El Feng Shui es mucho más que una práctica de la colocación del los objetos en el espacio, es también una filosofía. Como filosofía busca esa interpretacíon del orden perfecto del universo reflejada en la unidad del hombre con su casa. La idea básica es que somos energía y todo lo que nos rodea transmite unas vibraciones que nos afectan. Para los orientales, los seres humanos y la tierra forman una sola unidad y el ideal de una casa es la integración de lo interior en lo exterior. Al cambiar algo externo, a la vez estamos cambiando ese algo en nosotros.
Si nos hubieran dicho hace 500 años que un pequeño aparato con luces y ruido propio llamado "teléfono móvil" sería capaz de recibir palabras por el aire, no les hubieramos creido ¿Verdad? Sin embargo, hoy lo creemos porque tenemos evidencia de ello. Esa misma tecnología tiene la habilidad de funcionar bien o mal según la recepción de la señal que reciba. A veces, no recibe buena señal por la presencía de aguas subterráneas. Otras veces, no recibe señal porque estamos ubicados en una zona donde no hay buena recepción. Como un móvil, los edificios son receptores de energía. El fengshui estudia que está afectando a esa recepción de energiá. La abundancia y calidad recibida es determinante, según los sabios orientales, del dinero, trabajo, desarollo espiritual, relaciones sentimentales y salud de los que en ellos habitan. Gracias a los resultados de mejora en la calidad de vida de los habitantes de una casa después de hacer cambios (de conocimientos de linaje auténticos) nos es más fácil entender los efectos del buen feng shui. El feng shui es mucho más que reordenar nuestro alrededor es reordenarnos interiormente para poder recibir energías beneficiosas para nuestro desarollo.
Para garantizar un correcto flujo de energía, nuestras casas deberían estar situadas en zonas no afectadas por malas energías, y aplicar los conocimientos de buen feng shui que nos han llegado de la gran sabiduría acumulada por los antiguos sabios de feng shui en respecto a la arquitectura y la decoración.
"El Tao no obra, pero nada deja sin hacer. Si príncipes y reyes lo entendieran, los seres evolucionarían por sí mismos. Si al evolucionar aparecieran deseos de actuar, los reprimiría con la simpleza de Ser sin nombre. En el Ser sin nombre no hay deseos".
El libro del Tao, Lao Tze